Había una pareja que quería tener un hijo. Trataban y trataban, y nada. La esposa le recomendó al marido hacerse la prueba del conteo de espermatozoides para saber si el problema era él.
El doctor le dijo:
“Lleve este frasco a su casa y tráigalo mañana con la muestra de esperma”.
Al día siguiente el hombre vuelve al consultorio del doctor y le entrega el frasco que se encontraba tan vacío y limpio como el día anterior.
El doctor le pregunta que pasó y el hombre le explica:
“Primero intenté con mi mano derecha y nada. Después traté con mi mano izquierda y aún nada. Ya cansado, le pedí ayuda a mi esposa. Ella trató con su mano derecha, después con su mano izquierda y aún nada. Luego probó con su boca. En eso llegó mi nuera de visita y se ofreció a ayudar. Tratamos de varias maneras, diferentes posiciones, pero no hubo caso. Incluso, llamamos a Susi, la vecina, ya que es una mujer de muchas ideas. También trató con las manos, luego con sus pies. Bueno, hasta intentó apretando entre sus rodillas”.
El doctor estaba en estado de shock: “¿Usted pidió ayuda a su nuera y a su vecina?”.
El hombre contestó:
“Sí, doctor, y ninguno de nosotros pudo abrir el frasco”.